La libélula es un bicho que me gusta.
Hace unos años, en la playa, recogí una que estaba toda mojada. La pobre se aferró con las patitas a mi mano. Como soplaba el viento la puse a secar y se aferró mas fuerte. Cuando las alas se recuperaron de la mojadura, empezó a extenderlas y a aletear un poco. Movía la cabecita para todos lados buscando acicalarse (coqueta ella). Cuando estuvo completamente seca, miró un poco hacia todos lados y de golpe emprendió el vuelo nuevamente.
Fue interesante verla actuar.
Eso sí, nunca me vino a visitar. Es que los humanos le dábamos un poco de temor y no podría culparla.