domingo, 27 de diciembre de 2009

Gente en el cine


Debo estar envejeciendo porque empiezo a sentirme un bicho de otro planeta, un E.T. llamando a una casa que le gustaba más. El signo que noté ayer es que la gente que va al cine es otra, han cambiado los códigos de convivencia cinematográfica y ahora todo vale.
No fui a ver una película para chicos, tampoco era un gran atractivo hollywoodense. Pero en las dos horas de película presencié lo siguiente:

-Una pareja al lado mío se pasó toda la peli comiendo pochoclo como si no hubieran comido en toda la semana.
-Una mujer detrás mío hacía lo mismo, con el agregado de que resqueteaba la bolsa a más no poder lo que hacía que me llegara toda la baranda a pochoclo quemado hacia mis narices.
-Un pibe de unos 12 años se pasó gran parte del film comentando con su padre, el cual en vez de decirle que hable en voz baja le respondía alegremente.
-Un flaco en sus veintes atendió un llamado en el celular. Se ve que lo tenía en vibrador porque no sonó. Pero él muy suelto respondió: "che te llamó después que ahora estoy en el cine".

Para colmo mi butaca estaba bastante vencida y me quedó la espalda dolorida y el culo aplastado.

No es cuestión de edad ni de generación. La audiencia está cambiando y las salas de cine se están tranformando en comedores con pantalla donde cada uno hace, más o menos, lo que quiere. El cine como ceremonia cuasi religiosa, ese sumirse en la oscuridad y el silencio para sumergirse en la pantalla, ya es historia.
El cine como un todo está evolucionando hacia otro tipo de evento muy diferente al que solía ser. Quizás sea por la influencia de Internet y la TV por cable. Ahora todos quieren "participar". Y el que comento no fue el caso más grave, he tenido peores.
Entonces comprendo por qué cada vez voy menos.

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡Felicidades!

Niní Marshall en nuestras calles


VOTACION DE VECINOS EN INTERNET

Eligieron a Niní Marshall para nombrar una nueva calle en Puerto Madero

Un calle de Puerto Madero podría llevar el nombre de Niní Marshall. Los vecinos votaron en Internet y la eligieron entre otras seis mujeres destacadas por sus historias y logros. De las 6.757 personas que participaron, el 48,24% eligió a la humorista más importante del país.

Resto del artículo en Clarín.


lunes, 21 de diciembre de 2009

Woking in the night

O cómo improvisar una cena...


Champignones enteros salteados en tiras de ajíes verdes.


Agrego pollo en trozos chicos y bróccoli.
Más salsa de soja o de hongos.

Re-ñam.

domingo, 20 de diciembre de 2009

The Cake Eaters


The Cake Eaters es el debut en la dirección de largometrajes de la actriz Mary Stuart Masterson, una actriz que siempre me gustó aunque no obtenga aquellos papeles de peso que merecería. En esta película sencilla e intimista cuenta sobre un momento de vida de un grupo de personas heridas por diversas circunstancias de sus historias. La peli tiene algunos momentos muy logrados, a base de actuaciones estupendas, especialmente de Aaron Stanford, Elizabeth Ashley y Bruce Dern.

Easy (Bruce Dern) y Beagle (Aaron Stanford)

El problema con el film es que deja muchos hilos sueltos, muchos caminos abiertos sin recorrer, lo que hace que la narración, demasiado interrumpida para mi gusto, pierda fuerza y sobre todo deje de lado algunos temas que hubiera sido interesante profundizar o explorar un poco más. Por ejemplo saber algo más de cada personaje, especialmente sobre la pareja central, hubiera hecho una sopa más espesa.

Beagle (Aaron Stanford) y Georgia (Kristen Stewart)

Hay temas que quedan a mitad de camino y que hubiera valido la pena recorrer: detalles de la vida personal de Beagle, el deseo en Georgia en relación a su enfermedad, los temores y ambiciones de la madre de Georgia, y algunos más. De todos modos como ópera prima es interesante y siembra esperanzas de que Masterson pueda seguir por la senda de la dirección tan bien como lo hace por el de la actriz. Este tipo de cine intimista es necesario, y hay pocos directores que logran transitarlo con emoción y calidad.


martes, 8 de diciembre de 2009

Compañeros de ruta

Sempé - ilustración para La historia del señor Sommer
de Patrick Süskind


Todos los días voy al trabajo y vuelvo caminando. Si bien a veces cambio el recorrido, por razones de tiempo y practicidad suele ser siempre más o menos el mismo, con leves variantes. Es curioso como cuando uno repite una misma trayectoria casi a la misma hora va cruzándose con algunas personas que terminan adquiriendo un aire familiar, de tanto encontrarlas.

Ni bien salgo, a un par de cuadras me cruzo con un tipo de unos 30 años que lleva o trae a su hijo del colegio. En una época lo llevaba siempre a upa, pero ahora que el pibe está crecido van de la mano. El tipo suele calzar siempre una gorra de béisbol o un gorro tejido, y suele llevar anteojos oscuros.

Dos cuadras más adelante, si voy de mano derecha, me cruzo con una nena que viene con su abuela del colegio. Sospecho que vuelven porque la nena camina contenta y displicente. La abuela invariablemente porta una cara de culo impresionante. No sé si le pesan los años, el tener que ir a buscar a la nieta, o algo más. No van conversando entre ellas.

Unas cuadras más adelante me suelo encontrar con una parejita de novios. También van o vienen del secundario. Deben tener unos 17 años. Llaman la atención porque los dos son muy altos. Ella es rellenita y va sonriendo. El es muy flaco y suele usar lentes oscuros. Ambos tienen el pelo muy negro y siempre van de la mano. Contagian esa felicidad típica de la edad en donde nada importa más que ellos mismos. Siempre que los veo me ponen de buen humor.

A la vuelta del trabajo, ya de noche, me cruzo con una mujer china. Debe tener unos treinta y pico, cuarenta años (aunque con los asiáticos es difícil saber). Viene cargada de bolsas, arrastrando un changuito, como si viniera de alguna feria o algo así. Cuando nos cruzamos me mira tímidamente como reconociéndome. Se la ve muy sola.

Un tema aparte son los que están en sus negocios y a veces echan una miradita cuando paso. Les debo marcar la hora.

Algunos ya no están.

Recuerdo siempre un chico muy alto y corpulento -por no decir macizo- que paseaba un perro ridículamente pequeño. Yo lo llamaba Gulliver y a lo largo de los años lo vi crecer y terminar el secundario. Quién sabe dónde andará ahora.

Hay algunos otros personajes que no los volví a ver. A algunos los extraño un poco, no sé por qué. Otros se asoman siempre y hacen que la caminata sea un poco más entretenida.