Para reconciliar la memoria con la verdad, la ONU declaró a 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes, reconociéndolos como un sector de la población cuyos derechos deben ser protegidos. Es que el racismo y la xenofobia afectan aún hoy a quienes descienden de las víctimas del comercio de esclavos entre África, Europa y América, tráfico que desterró violentamente a unas 20 millones de personas.
El legado de este colectivo social en la Argentina comenzó a estudiarse en 2004, cuando la UNESCO inició el proyecto Ruta del Esclavo en el Río de la Plata, identificando sitios ligados al esclavismo con el fin de crear itinerarios conmemorativos y revalorizar la cultura generada por la presencia de afrodescendientes. «Podemos decir que los negros llegaron a la Argentina en 1580, cuando bajaron de los barcos de Juan de Garay en calidad de esclavos de los españoles», señala el antropólogo Norberto Cirio, vocal titular de la Asociación Misibamba, que reúne a parte de la comunidad afroargentina. Y destaca que la población negra fue protagonista de episodios históricos tales como las Invasiones Inglesas, el cruce de los Andes, las batallas de Chacabuco, Maipú y Cancha Rayada, y las campañas al desierto. «Con el correr del tiempo, los negros fueron asimilados para satisfacer las políticas de la Generación del 80, que los invisibilizó en pos de refundar una Nación de cuño blanco europeo».
Una de las pioneras en el proceso de visibilización de los negros en la Argentina es Lucía Molina, afrodescendiente y presidenta de la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana de Santa Fe. «En 2009 logramos rebautizar un sitio público con el nombre de Paseo de las Tres Culturas, donde por primera vez el Estado argentino reconoce a los afrodescendientes del tronco colonial como pueblos preexistentes de la Nación», cuenta. El lugar, ubicado en la capital santafesina, homenajea a quienes constituyeron una parte considerable de la población originaria: entre 1780 y 1800, sobre un total de 7.303 habitantes en la provincia, 2.025 eran negros. Otros lugares testigos del pasado esclavo están en Arroyo Leyes y en la estancia jesuítica de Carcarañá.
Marisa Pineau, historiadora, enumera otros sitios cruciales: «En la ciudad de Buenos Aires, Retiro y Plaza San Martín eran lugares donde funcionaron emplazamientos de la Real Compañía de Guinea y de la South Sea Company, principales empresas importadoras de esclavos desde África hacia Buenos Aires entre los siglos XVII y XIX». Además, menciona el Parque Lezama, donde funcionaban antiguas barracas que albergaban esclavos llegados al puerto.
La provincia de Córdoba también fue clave en la trata negrera, debido en gran medida a su estratégica ubicación. En la capital provincial existen unos 20 sitios vinculados con el esclavismo, como la Manzana Jesuítica, el Museo Marqués de Sobremonte, el Cabildo y la plaza San Martín. Convertirlos en lugares de memoria no se reduce a presentar al negro esclavizado como parte del pasado, sino a resaltar su aporte cultural, que requiere el acompañamiento de una sociedad convencida del valor de las identidades múltiples.
Texto y fotos: Bibiana Fulchieri
El legado de este colectivo social en la Argentina comenzó a estudiarse en 2004, cuando la UNESCO inició el proyecto Ruta del Esclavo en el Río de la Plata, identificando sitios ligados al esclavismo con el fin de crear itinerarios conmemorativos y revalorizar la cultura generada por la presencia de afrodescendientes. «Podemos decir que los negros llegaron a la Argentina en 1580, cuando bajaron de los barcos de Juan de Garay en calidad de esclavos de los españoles», señala el antropólogo Norberto Cirio, vocal titular de la Asociación Misibamba, que reúne a parte de la comunidad afroargentina. Y destaca que la población negra fue protagonista de episodios históricos tales como las Invasiones Inglesas, el cruce de los Andes, las batallas de Chacabuco, Maipú y Cancha Rayada, y las campañas al desierto. «Con el correr del tiempo, los negros fueron asimilados para satisfacer las políticas de la Generación del 80, que los invisibilizó en pos de refundar una Nación de cuño blanco europeo».
Una de las pioneras en el proceso de visibilización de los negros en la Argentina es Lucía Molina, afrodescendiente y presidenta de la Casa de la Cultura Indo-Afro-Americana de Santa Fe. «En 2009 logramos rebautizar un sitio público con el nombre de Paseo de las Tres Culturas, donde por primera vez el Estado argentino reconoce a los afrodescendientes del tronco colonial como pueblos preexistentes de la Nación», cuenta. El lugar, ubicado en la capital santafesina, homenajea a quienes constituyeron una parte considerable de la población originaria: entre 1780 y 1800, sobre un total de 7.303 habitantes en la provincia, 2.025 eran negros. Otros lugares testigos del pasado esclavo están en Arroyo Leyes y en la estancia jesuítica de Carcarañá.
Marisa Pineau, historiadora, enumera otros sitios cruciales: «En la ciudad de Buenos Aires, Retiro y Plaza San Martín eran lugares donde funcionaron emplazamientos de la Real Compañía de Guinea y de la South Sea Company, principales empresas importadoras de esclavos desde África hacia Buenos Aires entre los siglos XVII y XIX». Además, menciona el Parque Lezama, donde funcionaban antiguas barracas que albergaban esclavos llegados al puerto.
La provincia de Córdoba también fue clave en la trata negrera, debido en gran medida a su estratégica ubicación. En la capital provincial existen unos 20 sitios vinculados con el esclavismo, como la Manzana Jesuítica, el Museo Marqués de Sobremonte, el Cabildo y la plaza San Martín. Convertirlos en lugares de memoria no se reduce a presentar al negro esclavizado como parte del pasado, sino a resaltar su aporte cultural, que requiere el acompañamiento de una sociedad convencida del valor de las identidades múltiples.
Texto y fotos: Bibiana Fulchieri
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