Brith Gof - Los Angeles
Debo haberme movido, estremecido, temblado, porque en la fotografía mi pie izquierdo muestra seis dedos. Poco sorprendente, ya que estábamos helados y aterrorizados, actuando desnudos por primera vez, temiendo por nuestros cuerpos, no del todo entregados a los arneses de suspensión, inquietos en cueros. Y este era el estreno, lleno de excitación, expectativas, nerviosismo, malos presentimientos, porque habíamos ensayado muy poco.
Debo haberme movido, estremecido, temblado, porque en la fotografía mi pie izquierdo muestra seis dedos. Poco sorprendente, ya que estábamos helados y aterrorizados, actuando desnudos por primera vez, temiendo por nuestros cuerpos, no del todo entregados a los arneses de suspensión, inquietos en cueros. Y este era el estreno, lleno de excitación, expectativas, nerviosismo, malos presentimientos, porque habíamos ensayado muy poco.
Nos habían elevado hasta el techo de la fábrica de cerveza con sogas y roldanas. Los arneses raspaban cualquier zona que tocaran: hombros, ingles, espaldas. Los espectadores habían entrado sin saber de nuestra presencia por encima de ellos en medio del humo. Comenzamos a descender, uno a uno, con la pulsante banda sonora. Por debajo de nosotros, la pista de aserrín, las pantallas de televisión sin imagen, el tanque de agua. Al principio una cierta sensación de libertad: caminar en el aire, estirarnos hacia todas las direcciones, contorsionarnos y girar. ¡Y luego quedar colgados boca abajo! Mirando hacia abajo al público mirarnos hacia arriba. Sin volar, exactamente, pero libres del suelo, de coreografías marcadas, o la necesidad de una respiración agitada, con la única responsabilidad sobre la propia acción física, dado que aquí éramos manejados por otros. Nos sentíamos hermosos, ingrávidos, angelicales. Y entonces el tanque acercándose a nosotros. Que el agua hubiese sido calentada con calefactor central no era de gran ayuda. Mark fue el primero en entrar, temblando, sacudiéndose. Yo lo seguí, tratando desesperadamente con los dedos congelados de desenroscar y volver a enroscar los mosquetones que nos conectaban… Luego hubo una gran tracción y nos elevaron juntos, unidos como una piedad –en contacto íntimo, con mínimos toques- sin necesidad de apoyarse mutuamente. Y entonces sucedió. Un mosquetón que soportaba nuestro peso conjunto se volteó desde su lado chato hasta una de las esquinas. Caímos en el aire cerca de una pulgada. En nuestros estómagos se sintió como si fuera una milla, como si el equipo estuviera colapsando, como si la muerte estuviera por alcanzarnos rápidamente en cualquier momento. Por supuesto, nadie se dio cuenta. ¡Cómo iban a notar un error en semejante ambiente novedoso y alienante! Nosotros mantuvimos la compostura, sin que se notara nada. Pero yo me daba cuenta. ¡Porque no era solamente agua lo que corría hacia abajo por mi pierna y goteaba desde mi sexto dedo!
Mike Pearson
Palabras de uno de los actores de Brith Gof sobre su participación en el espectáculo llamado Los Angeles.
Tuve la gran suerte de poder ver este espectáculo que dieron los Brith Gof en Buenos Aires en noviembre de 1992 en el Teatro San Martín. Maravilloso. Esta es la tapa del programa:
No hay comentarios:
Publicar un comentario