por Louis-Georges Tin
Si bien la reproducción heterosexual es la base biológica de las sociedades humanas, la cultura heterosexual no es más que una construcción entre otras, y en ese sentido no puede presentarse como modelo único y universal. Por eso conviene preguntarse a partir de qué momento, cómo y por qué nuestra sociedad comenzó a encumbrar a la pareja heterosexual; preguntarse sobre los orígenes del dispositivo sociosexual en el que vivimos. [...]
El surgimiento de una ética cortés en Occidente favoreció el auge de una cultura de la pareja hombre-mujer, en tanto las amistades masculinas que habían tenido su momento de gloria en las leyendas heroicas empezaron a considerarse progresivamente como sospechosas, cuestionadas, rechazadas. Es ese pasaje de la antigua cultura –que llamo homosocial– a la cultura heterosexual moderna lo que debe examinarse. Esta sustitución fue larga, compleja y difícil; el auge de la cultura heterosexual se ve con mayor nitidez en las resistencias que suscita, que se cristalizan en los discursos caballerescos. [...]
Aquiles y Patroclo
Hasta entonces la cultura feudal se había basado en un universo exclusivamente masculino. Los hombres, y especialmente los hombres de guerra, vivían a menudo en un mundo ajeno al de las mujeres. Esos caballeros estaban destinados a cultivar una ética del coraje individual y de sumisión leal al orden feudal, la ética del vasallo. La exaltación de la vida grupal, las campañas militares y la experiencia del peligro compartido creaban lazos muy estrechos. Esas amistades viriles solían convertirse en relaciones apasionadas, que comprometían a los dos caballeros hasta la muerte. Estas se expresaban en términos muy fuertes que implicaban una ternura entremezclada con el vigor militar, inconcebible para los actuales dispositivos sociosexuales. [...]
En la sociedad feudal el “amor normal” es entre hombres; es por lo tanto un “amor homosexual”, aunque ello no implique necesariamente una “connivencia carnal”, razón por la cual preferimos hablar aquí de “homosocialidad”; este término descarta cualquier confusión. [...]
En primer lugar, se trata de una sociedad homosocial, donde las mujeres se mantienen al margen y cuentan muy poco: de allí que casi no puedan a priori despertar ningún tipo de pasión; lo contrario resultaría extraño. [...]
En segundo lugar, esos amores masculinos están asociados al carácter propiamente global u orgánico de la sociedad medieval. Las amistades de hoy en día, en una sociedad individualista, se viven como relaciones eminentemente privadas; en la sociedad medieval, que es global, orgánica u holística, a menudo la amistad es una relación privada y pública a la vez, y goza de un reconocimiento social, cultural e incluso oficial. [...]
En tercer lugar, los amores masculinos, bajo el orden feudal, están a menudo asociados con el poder y los lazos de vasallaje. La presencia permanente de esos caballeros en la corte, esos jóvenes solteros, es necesaria para defender las tierras del soberano, su ducado o su reino, pero puede convertirse también en una fuente de conflictos, desórdenes y turbulencias. En tales condiciones, el culto a la amistad constituye un medio de regulación social que permite reforzar los vínculos entre los soldados, hacer surgir el espíritu de cuerpo y crear una suerte de cimiento social similar a la del célebre batallón de los amantes, el batallón de Tebas. [...]
Esas amistades son –y ésa es la cuarta propiedad notable en este caso– profundamente sentimentales. [...]
Romeo y Julieta
La emergencia y el auge de la cultura heterosexual en Occidente colocan a los hombres de guerra en una posición difícil. Atrapados entre la ética caballeresca que incita a la guerra –universo masculino– y la ética cortés que incita al amor –universo femenino– se ven obligados a responder simultáneamente a dos órdenes conminatorias y contradictorias; su universo homosocial debe de ahora en más contemporizar con la cultura heterosexual. [...]
El amor de los caballeros por la dama en la sociedad cortés cumplía exactamente la misma función que las amistades masculinas en los castillos de antes; en ambos casos, esa disposición de los espíritus y los cuerpos, esas amistades y amores tenían como objetivo fortalecer la autoridad del soberano. Inicialmente la cultura homosocial, y luego la cultura heterosexual, estaban al servicio del poder. Esta homología funcional explica cómo dos paradigmas en apariencia tan opuestos pudieron finalmente sucederse con tanta rapidez. [...]
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