sábado, 10 de noviembre de 2012

La noche del polizón

HISTORIAS DE AFRICANOS QUE LLEGARON COMO POLIZONES A LA ARGENTINA
 

Los que quedaron a la deriva


Al presentar el libro La noche del polizón, de la escritora Andrea Ferrari, dos refugiados llegados clandestinamente al país en épocas muy distintas contaron sus experiencias: el viaje, los barcos, el peligro. Y la nueva vida en un lugar desconocido, de idioma incomprensible.





“A veces, la única solución que hay es salir. Irte a otro lugar, a otro país.” El testimonio es parte de la reflexión de dos refugiados africanos que llegaron escondidos en barcos a la Argentina en épocas muy distintas: Augusto José Días, de 88 años, vino en 1947, y Daniel Chbtamo, de 32, llegó hace sólo cinco años. Ambos contaron sus historias en el Auditorio Guillermo Díaz Lestrem, del Ministerio Público de la Defensa, en el marco de la presentación del libro La noche del polizón, de la escritora Andrea Ferrari. Estos relatos con final feliz son sólo parte de una realidad en la que miles de personas que huyen cada año ponen en riesgo sus vidas con la esperanza de encontrar un país que los acepte.

El libro es el punto de encuentro para comenzar a contar. No es casual, ya que la escritora se basó en historias reales que conoció a través de su trabajo periodístico para el desarrollo de su novela, publicada por la editorial Norma. “Me quedó mucho tiempo en la cabeza el relato”, asegura sobre la entrevista inicial a tres chicos que llegaron al puerto de San Nicolás escondidos en un pequeño compartimento en la proa de un barco.

Luego conoció a otros polizones. “Cada historia era única, pero tenían puntos en común –cuenta Ferrari, autora de libros infantiles y juveniles–. En todas aparecía la desesperación por huir y el terrible choque que había significado llegar acá, esa sensación de no entender nada, de estar en un mundo que se maneja con otras reglas, otra lógica.”



2 comentarios:

gloveta dijo...

Me parece muy interesante este tema de los polizones.

Marxe dijo...

Sí, gloveta, es muy triste ver como la globalización es sólo una ilusión virtual del comercio. Para los seres humanos, en cambio, las barreras son cada vez más firmes y obligan a los necesitados a este tipo de peligros. Uno debería poder emigrar por interés y no por hambre.