jueves, 19 de noviembre de 2009

El juguete - un objeto extraño


La escritora italiana Sandra Petrignani, que acaba de publicar aquí su libro "Catálogo de juguetes", evoca su infancia y recuerda con nostalgia un mundo que ya no es.
Fragmento del reportaje:

-Y emergen recuerdos de jugue­tes que incluso ya no existen...

Y recuerdos de uno. Yo, por ejemplo, tenía la idea instalada de que mi infancia había sido un infierno, de que estaba aislada. Escribiendo este libro y poniendo en práctica mi memoria involun­taria emergió la memoria solar de mi infancia en Piacenza, que era muy libre. Eramos una banda y yo formaba parte. No era la líder, era la más chica, pero ahí estaba. Siempre estábamos al aire libre. Era una infancia bella y libre, porque estaba fuera del control de los mayores. Cuando yo me puse a escribir este libro, con mi hijo de apenas 4 años a cuestas, noté cómo nuestros chicos están siempre controlados. Los lleva­mos a cursos de natación, de in­glés, están llenos de obligaciones en vez de estar jugando. Ven a un amigo por vez siempre en una casa y vigilados por los padres, la abuela, la babysitter . Yo jugaba con mis amigos en la calle, ¡en Roma! Nuestra generación, que fue la que cambió la manera de los jóvenes de estar en el mundo, tuvo una infancia mucho más pa­recida a las del pasado. Nuestros hijos, en cambio, tuvieron una infancia de prisioneros, todo el tiempo controlados.

-La relación con los juguetes también es diferente...

Absolutamente, aunque no qui­siera generalizar. Para mí la Barbie era una sola. Ahora veo que las hijas de mis amigas tienen toda una serie interminable. Los ju­guetes se volvieron una posesión más que un valor sentimental. La publicidad se volvió infernal. La relación es mucho más pobre, no es sentimental, es la idea de po­sesión, de colección, una actitud totalmente consumista.

-¿Y antes cómo era?

El juguete es en realidad un ob­jeto extraño porque participa de muchas naturalezas. Es sagrado y mágico, porque el chico construye un mundo y, a la vez, es un mis­terio la relación de un chico con él, porque los adultos permane­cen ajenos. Son fantasmas que te ponen en comunicación con otros mundos, como el de la interiori­dad. Muchas de estas reflexiones se me ocurrieron luego de escu­char a chicos que leyeron el libro en la escuela primaria.

Reportaje completo en Revista Ñ.

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